La normativa de la UE para 2025: qué significa para el futuro del cacao
En Bruselas, entre bastidores, se ha desarrollado otra historia. La Unión Europea ha modificado las reglas del juego para todos los que cultivan, comercian o transforman cacao. El nuevo Reglamento de la UE sobre deforestación establece una línea clara: el cacao que entre en Europa no debe hacerlo a costa de los bosques. Paralelamente, las normas obligatorias de diligencia debida están subiendo el listón, responsabilizando a todos los agentes de la cadena de suministro de la forma en que se obtiene y comercializa el cacao. Y a partir de octubre de 2025, se abre un nuevo capítulo con la actualización de la legislación ecológica de la UE, que sustituye los antiguos sistemas de mosaico por un marco claro para todas las importaciones.
Juntos, estos cambios dibujan el panorama de un sector en transformación; un sector en el que la resistencia, la transparencia y la responsabilidad ya no son opcionales, sino esenciales.
El cacao ecológico en el cambiante panorama de la UE: un viaje a través de las nuevas normas y realidades
La mayor parte de este cacao ecológico procede de pequeños agricultores dispersos por América Latina, África y el sudeste asiático. Durante generaciones, sus métodos de cultivo se han ajustado de forma natural a los principios ecológicos. Con el sistema de "equivalencia" de la UE, estos productores podían certificar el cacao según sus propias normas nacionales, siempre que se ajustaran en líneas generales a las normas europeas. Esta flexibilidad permitió que diversas tradiciones agrícolas se introdujeran en el mercado ecológico europeo de alto valor.
Esa era está a punto de terminar. A partir del 1 de octubre de 2025, cada bolsa de cacao orgánico con destino a la UE debe cumplir plenamente con el Reglamento Orgánico No. 2018/848. En la práctica, esto significa que los productores no comunitarios deberán cumplir las mismas normas que los agricultores europeos, que abarcan desde la fertilidad del suelo y la rotación de cultivos hasta los sistemas de control interno y la estructura jurídica de las agrupaciones de productores. Para muchos países de origen, estos requisitos difieren radicalmente de cómo se ha gestionado tradicionalmente la certificación.
Para el cacao, un cultivo que se cultiva casi en su totalidad fuera de Europa, el cambio es sísmico. Los productores que antes dependían de los sistemas nacionales o de sistemas privados de certificación pueden verse ahora obligados a revisar sus operaciones, formalizar cooperativas e invertir en nuevos marcos de cumplimiento sólo para mantenerse en el mercado. Lo que antes se consideraba un "valor añadido" relativamente accesible se está convirtiendo en una empresa exigente que requiere muchos recursos. El cumplimiento más estricto de la normativa ya está restringiendo la oferta, aumentando los costes e introduciendo nuevos riesgos, repercusiones que se extienden desde las comunidades de pequeños agricultores hasta los chocolateros artesanos y los minoristas de toda la UE.
Esto es más que una actualización de la normativa. Es un punto de inflexión. Las reglas del juego orgánico están cambiando, y con ellas, la forma misma de la cadena de valor del cacao.







